COP27: de la decepción a la rebelión

MIGUEL PAJARES Antropólogo social y autor de los recientes libros ‘Refugiados climáticos, un gran reto del siglo XXI’ (Editorial Rayo Verde) y ‘El legado’ (Editorial Alrevés)

La cumbre de Sharm el-Sheij que se inicia este domingo llega tras un año en el que la acción de los gobiernos que allí se reunirán ha tenido poco que ver con sus promesas climáticas. Las promesas habían sido rutilantes, sobre todo las realizadas a partir del 2019. En ese año, el Reino Unido se comprometió a alcanzar las cero emisiones netas en el 2050, y después fue concretando objetivos a medida que se acercaba la cumbre climática de Glasgow del pasado año. La Unión Europea presentó su Pacto Verde a principios del 2020, y ya en pandemia lanzó su paquete de ayudas públicas Next Generation, con el que ponía grandes cantidades de dinero al servicio de la transición energética. Además, se comprometió a haber reducido sus emisiones en el 2030 un 55 % respecto a las del 1990, lo que equivalía a reducirlas más o menos a la mitad respecto a las del 2019. Estados Unidos también compitió por el título de campeón climático: en cuanto Biden asumió la presidencia, canceló el controvertido oleoducto en construcción que procedía de Canadá, el Keystone XL, y propuso un plan billonario para desarrollar la energía limpia, además de prohibir las perforaciones petrolíferas en tierras federales. China también mejoró sustancialmente sus compromisos climáticos, prometiendo ser neutra en carbono en el 2060. Otros países también asumieron compromisos similares.

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